Después del discurso del 21 de Mayo, por un momento pareció como que viviéramos en un país entendible. Pero luego de escuchar y recordar las declaraciones políticas que se fueron generando, es evidente que siempre han estado haciendo lo mismo, lo que les conviene. La bicicleta del empate es la que mueve al mundo político.
Una cosa es que la concertación busque modificar la ley del post-natal. Otra muy distinta es que la ministra reclame que porque durante los gobiernos de la concertación se redujo el fuero, eso justifique que ahora se haga otra vez. Más lejos va el hecho de que cambiar el límite de la cobertura invierta totalmente (para ellos) la funcionalidad, de una ley netamente pro ISAPRES. Pero rayando en la demencia, como de costumbre, se encuentran las declaraciones de Longueira, tildando la situación cómo “el inicio de la destrucción de la democracia chilena”.
No está demás decir que la verdad queda hace tiempo atrás. No importa, al parecer, no es útil. Porque si realmente les importaran los menores y la maternidad: las familias, estaríamos hablando de eso. Si realmente fuesen importantes la discriminación laboral para con la mujeres del país, la ley no sería discriminatoria y establecería un postnatal tanto para padres y madres, por igual (como en efecto ocurre en muchos países desarrollados que han logrado mitigar la desigualdad de géneros en el ámbito laboral). Pero en fin, terminamos con una propuesta francamente “indecente”: el trabajo de mujeres de menor ingreso vale menos que el de los hombres en ese tramo: están obligadas a tomarse el postnatal. Para las afortunadas que del tramo superior, las familias tienen menos derechos: los niños, menos derecho al tiempo de sus mamás. Y porque no decirlo, si el postnatal es conversable y con un tope máximo de sueldo, es estar atadas de manos; al final no se puede optar por eso, como tantas otras cosas virtualmente opcionales.
Análogamente, podemos decir que el proyecto en Aysén puede o no destruir un paño de tierra pequeño e irrelevante, o, dramáticamente endémico y fundamental para la sustentación de toda la biodiversidad del país y la biósfera. Otra cosa distinta es señalar que porque la concertación realizó más de cien proyectos termoeléctricos, esto valida hacer cualquier cosa. Para ir más lejos, habría que dar una cifra cuestionablemente sorprendente sobre cuánta de esta energía va para la minería, mientras el vacacionante biministro de Minergía, y “HomeCenter”, tratan de hacer que compremos la ampolletas chinas ahorradoras, que cuestan cada vez… ¿Más caras (en el país)? Pero, rayando en la demencia, como de costumbre, se encuentran las excelentes declaraciones de Larraín, diciendo que los comunistas debiesen hacer una represa llena de sangre porque son los “patrones de Czarnobyl”, que sus alegatos no tienen fundamento.
Asimismo, la verdad quedó hace tiempo atrás porque parece no serle útil a nadie. Por qué si realmente les importara lo que paga la industria y el consumidor por los servicios básicos no estaríamos privatizando las sanitarias (y pedazos de CODELCO); y regalando el agua a monopolistas energéticos, atando ambos recursos esenciales para el desarrollo doméstico. Si realmente el estado estuviese comprometido con la micro, pequeña y mediana empresa, y el ciudadano, tendría una política racional que asegurase el acceso a, por lo menos, lo que la constitución, al parecer, al día de hoy, simplemente propone o sugiere. Si les importara el planeta, sería otro Chile: nos obliga a partir de la base que no…
El país no puede sostenerse sobre la base de la mediocridad. Porque anteriormente se hayan hecho las cosas muy mal, no da derecho a hacerlas “Cada día Peor”. De lo contrario, seguimos pedaleando en esta bicicleta mediocre, dónde cada vuelta es igual de mala que la anterior.
Porque, si realmente les importara el ser humano promedio, les importaría aliviar y facilitar la forma de vida de los chilenos. Sopesaríamos la conveniencia del tratado TransPacífico, y de la participación de consideraciones gringas en el comercio de nuestro país "pirata" con Asia, particularmente en temas de propiedad, importación y consumidores. Hubieran "googleado" lo mínimo, antes de prohibir y pasar el bochorno lacrimógeno. Habría soluciones más serias que agarrarse a palos como encapuchados y pacos. Habría declaraciones más serias para el post-natal, que amenazar con que nos van a mágicamente superfiscalizar el tema de los reflujos. Habría realmente plata y preocupación en el desarrollo de energías no convencionales, y la creación de una política energética razonable (que lógicamente considere los aspectos de una economía doméstica normal, en serio).
Una cosa es que la concertación busque modificar la ley del post-natal. Otra muy distinta es que la ministra reclame que porque durante los gobiernos de la concertación se redujo el fuero, eso justifique que ahora se haga otra vez. Más lejos va el hecho de que cambiar el límite de la cobertura invierta totalmente (para ellos) la funcionalidad, de una ley netamente pro ISAPRES. Pero rayando en la demencia, como de costumbre, se encuentran las declaraciones de Longueira, tildando la situación cómo “el inicio de la destrucción de la democracia chilena”.
No está demás decir que la verdad queda hace tiempo atrás. No importa, al parecer, no es útil. Porque si realmente les importaran los menores y la maternidad: las familias, estaríamos hablando de eso. Si realmente fuesen importantes la discriminación laboral para con la mujeres del país, la ley no sería discriminatoria y establecería un postnatal tanto para padres y madres, por igual (como en efecto ocurre en muchos países desarrollados que han logrado mitigar la desigualdad de géneros en el ámbito laboral). Pero en fin, terminamos con una propuesta francamente “indecente”: el trabajo de mujeres de menor ingreso vale menos que el de los hombres en ese tramo: están obligadas a tomarse el postnatal. Para las afortunadas que del tramo superior, las familias tienen menos derechos: los niños, menos derecho al tiempo de sus mamás. Y porque no decirlo, si el postnatal es conversable y con un tope máximo de sueldo, es estar atadas de manos; al final no se puede optar por eso, como tantas otras cosas virtualmente opcionales.
Análogamente, podemos decir que el proyecto en Aysén puede o no destruir un paño de tierra pequeño e irrelevante, o, dramáticamente endémico y fundamental para la sustentación de toda la biodiversidad del país y la biósfera. Otra cosa distinta es señalar que porque la concertación realizó más de cien proyectos termoeléctricos, esto valida hacer cualquier cosa. Para ir más lejos, habría que dar una cifra cuestionablemente sorprendente sobre cuánta de esta energía va para la minería, mientras el vacacionante biministro de Minergía, y “HomeCenter”, tratan de hacer que compremos la ampolletas chinas ahorradoras, que cuestan cada vez… ¿Más caras (en el país)? Pero, rayando en la demencia, como de costumbre, se encuentran las excelentes declaraciones de Larraín, diciendo que los comunistas debiesen hacer una represa llena de sangre porque son los “patrones de Czarnobyl”, que sus alegatos no tienen fundamento.
Asimismo, la verdad quedó hace tiempo atrás porque parece no serle útil a nadie. Por qué si realmente les importara lo que paga la industria y el consumidor por los servicios básicos no estaríamos privatizando las sanitarias (y pedazos de CODELCO); y regalando el agua a monopolistas energéticos, atando ambos recursos esenciales para el desarrollo doméstico. Si realmente el estado estuviese comprometido con la micro, pequeña y mediana empresa, y el ciudadano, tendría una política racional que asegurase el acceso a, por lo menos, lo que la constitución, al parecer, al día de hoy, simplemente propone o sugiere. Si les importara el planeta, sería otro Chile: nos obliga a partir de la base que no…
El país no puede sostenerse sobre la base de la mediocridad. Porque anteriormente se hayan hecho las cosas muy mal, no da derecho a hacerlas “Cada día Peor”. De lo contrario, seguimos pedaleando en esta bicicleta mediocre, dónde cada vuelta es igual de mala que la anterior.
Porque, si realmente les importara el ser humano promedio, les importaría aliviar y facilitar la forma de vida de los chilenos. Sopesaríamos la conveniencia del tratado TransPacífico, y de la participación de consideraciones gringas en el comercio de nuestro país "pirata" con Asia, particularmente en temas de propiedad, importación y consumidores. Hubieran "googleado" lo mínimo, antes de prohibir y pasar el bochorno lacrimógeno. Habría soluciones más serias que agarrarse a palos como encapuchados y pacos. Habría declaraciones más serias para el post-natal, que amenazar con que nos van a mágicamente superfiscalizar el tema de los reflujos. Habría realmente plata y preocupación en el desarrollo de energías no convencionales, y la creación de una política energética razonable (que lógicamente considere los aspectos de una economía doméstica normal, en serio).
Las cosas se estan tomando el color de la derecha capitalista pero no dictatorial. Es algo que hace tiempo no veiamos en el pais la raiz de la desigualdad. Como la concertación explotó un modelo socialista-capitalista sui generis no tienen autoridad política para pararle los carros a esta gente.
ResponderEliminarEs normal una derecha capitalista y privatizadora. Estan defendiendo su plata y tratando de hacer más. Lo que no era normal era la izquierda en esa misma frecuencia. Estamos a las puertas de una escición política ciudadana. Hay que ver lo que está haciendo MEO que es bien interesante y lo que ocurre en la red.
7 muertos en accidente mineros, Barrick, minería. Destruyen la naturaleza en pascualama se roban los recursos naturales del país y no son capaces de preocuparse de que los monos que extraemos nuestro cobre chileno, para que ellos se lo lleven, sovrevivan. Que hace el estado? nada. Como creen que van a estar vigilando intereses de la economia domestica? TODOS VENDIDOS
ResponderEliminarEl gobierno se puso la camiseta con las ISAPRES. ¡Por fin! Eso era lo que todo Chile necesitaba. Van a rechazar a discreción, licencias por estrés y depresion, entre otras.
ResponderEliminarMandaron una carta colección de nuevos resquicios, al momento de rechazar licencias por patologías mentales (las más recurrentes en el COMPIN).